Domingo Ortiz/ @Domingortiz
Son eternas las miradas, la ambición desenfrenada. Eternas las subidas y bajadas por Sevilla engalanada. La afición del Valencia ha ganado por goleada en esta Final centenaria. De la Giralda a la Torre del Oro. De la Maestranza a la Plaza de Colón. Da igual el puente de Triana, la calle Betis o los aledaños del Ramón Sánchez Pizjuán. La capital hispalense está inundada de murciélagos que tienen el sueño de tocar la gloria once años después.
La locura máxima se ha apoderado de Heliópolis con el único afán de levantar metal justo el año donde se soplan las velas del primer siglo. Familias, parejas, grupos de amigos, nuevas generaciones a las que la Copa de 2008 les pillaba siendo muy jóvenes. Un desembarco excitante para un club necesitado de recuperar coronas perdidas por el camino.
El valencianismo sabe que, tras cumplir el objetivo Champions, el cierre del Benito Villamarín es el agasajo perfecto para redondear una temporada extraordinaria. La presión será para el Barça, pero que nadie olvide que las finales no se juegan, se ganan. Y su gente lo está viviendo como nunca. Ni un alma cabía en la ‘FAN zone’ blanquinegra, sabedores que a este Valencia de Marcelino se le empuja hasta la última gota de sudor. No sabemos qué desenlace habrá en el campo, pero sí le ha quedado claro a todos los sevillanos que fuera del verde ha mandado una marabunta famélica, desnutrida e insaciable.
En los autobuses, en taxis, en tranvía, en coches de caballos, andando, al sol y a la sombra, en una esquina o al centro de una plaza. Da igual. Mestalla se ha plantado en Sevilla con un único objetivo marcado: regresar al olimpo tras penurias y crudezas. De cada aficionado culé, hay 20 del Valencia. Y todos son conscientes de la tremenda diferencia. El Barça tiene a Messi, el que es capaz de destrozar ilusiones si está en esos días donde va con la bombilla iluminada. Pero el Valencia tiene a su gente desgañitada y entregada con una ilusión incomparable.
Ojalá se sea capaz de volver a soñar despiertos, que Parejo prosiga el vínculo maravilloso con este club levantando la octava Copa del Rey. Lo merecen todos. Jugadores, cuerpo técnico, directivos y medios de comunicación. Pero sobre todo ellos. Los que invadieron Sevilla más de un fin de semana. Los que se quedaron en Valencia haciendo fuerza desde el otro lado del televisor. Los que se resignan desde la lejanía empujando a su equipo. Está afición lo necesita.
